martes, 8 de noviembre de 2016

¡Papá, quiero ser futbolista!

¡Papá, quiero ser futbolista!



Para los que amamos este deporte y nos hemos criado con él, esta posiblemente sea una de las frases que más ilusión nos haga escuchar decir a nuestros hijos. Desde el nacimiento, intentamos transmitir a los pequeños lo que significa para nosotros la palabra fútbol. Muchos lo ven como un deporte más, dónde 22 tíos corren detrás de un balón, se hacen faltas y se abrazan cuando consiguen marcar. ¡Qué locura!

Esa frase, y no quiero ser exagerado, se queda marcada en el cerebro y en la memoria de todos nosotros. A algunos les hace bien, a otros, les hace mal.

Este fin de semana estaba presenciando un partido de categoría Alevín en Cataluña y, sinceramente, tuve que irme antes de tiempo. Me cuesta pensar que los padres seamos tan arrogantes, tan egoístas y tan tóxicos, si me permitís decirlo así. Presencié en la grada lo que pasa, por desgracia, en todos los campos de fútbol. El padre del número 10 de uno de los equipos (no sería correcto citarlo, por respeto a los chavales), se las traía de Pep Guardiola, de Jose Mourinho o de Luis Enrique, no lo tengo muy claro. Dando indicaciones a los chavales, cuestionando al árbitro y, peor aún, discutiendo todo lo que decía el entrenador. Si el míster decía A, el padre decía B. Si el entrenador decía B, el padre, para no perder su orgullo, decía A. El hijo, evidentemente, hacia caso a su padre. Con ello quiero evidenciar el mal que podemos hacer desde casa al futuro de nuestros hijos.

Desgraciadamente, vivimos en un país donde, por ejemplo, no respetamos a los profesores. Estamos más que acostumbrados a cuestionar su palabra si castiga a nuestros hijos. Con el fútbol, pasa lo mismo. Todos nos creemos entrenadores. Todos creemos que somos capaces de dirigir a 15 niños, o a 24 adultos, elegir formaciones, maneras de jugar, tácticas y movimientos. Si nosotros fuéramos los entrenadores, probablemente ganaríamos siempre 10-0. Lo digo desde la experiencia. Desde la breve experiencia que tuve como entrenador, y de la larga experiencia que he tenido como niño y jugador. Más de una vez encontré a uno de esos padres que se pensaban que podrían entrenarnos pero luego, cuando se lo proponen, siempre dicen lo mismo…”no tengo tiempo para estas historias”.

Nos preocupamos demasiado, sin ir más lejos, del ejemplo o no que da Messi, Cristiano, Neymar o Suárez a los niños. Salen por la tele, sí, es evidente que los niños se fijan en ellos. Pero realmente, los más pequeños tienen a sus padres y madres como espejo. Ellos son su modelo a seguir y ellos son los que deben dar esa educación. La primera parte pasa por enseñar que los entrenadores saben más que nosotros.

“¡Papá, quiero ser futbolista!” es una de las frases que más nos gusta escuchar. Llegado a ese punto reflexionemos, ¿somos nosotros los más indicados para que nuestro hijo cumpla su sueño, o hay gente experimentada para ello?

Quien entrena a un equipo no lo hace para ganarse la vida. Lo hacen por pasión. Ellos lo saben. Quizás los padres también deberían tenerlo claro.

Carles Garcia-Pastor
Periodista

www.antetodofutbol.com
@CarlesGPY